lunes, 10 de mayo de 2010

LA ENSEÑANZA DE LAS MARIPOSAS

Pintura de mi amigo Joseph Maria, un fantástico creador 

letra y música de Silvio Rodríguez

Desde que el compositor cubano, Silvio Rodríguez, me invitara a mirar las mariposas como navecitas blancas, mi admiración por estas devotas de la luz se expande irremediablemente.



  ¿Cuántos símbolos no existen en ese parpadeo de vida de la pequeña mariposa? Más insólito aún resulta el cómo nosotros, de tomarle como espejo, somos capaces de perder de vista, comparativamente, nuestro propio potencial.



Ella: un fragmento de seda milagrosa que por obra del aliento divino adquiere sustancia. Ella, que inicia temprano en el colegio del Ser aceptando plenamente sus transfiguraciones, las muchas edades que su tiempo narra creando puentes imposibles entre un estado y otro, entre larva y mariposa.



Dicen que las células de oruga mueren dentro del capullo y se licúan, convirtiéndose en el alimento de las otras células: la nueva criatura en la que ha de convertirse cuando termine el primer sueño; ése en que solía arrastrarse felizmente entre hojas y ramas, comiendo de unas, rascándose con otras.



He escuchado que, para vivir, debe quebrar su cascarón envolvente con sus propias alas, empujar con fuerza para redescubrir la luz y esta misma férrea voluntad es la que le otorga la confianza traducida en vuelo. Durante un experimento en que ayudaron a ciertas mariposas a nacer, éstas ‘perdieron’ la confianza en sus propias fuerzas y nunca aprendieron a volar.



De sobra sabemos que, colectivamente, la millonaria comunidad de las Monarcas (jamás han de pelear por algún reino) migra una vez por año en busca de las regiones cálidas donde pasar el tiempo. Unidas, las Monarcas se convierten en una gran sombrilla de fuego incombustible, consciente de su anhelo por los bosques donde continuar soñando. Y así se van: sin pasaporte ni fronteras autoimpuestas, dialogando con el voluble viento y teniendo al sol por brújula; de este modo se yerguen por encima de incalculables regiones que a nosotros nos llevó muchos milenios conocer, ya no se diga 'conquistar' (Te has preguntado: ¿alguno de nosotros ha logrado siquiera la conquista de sí mismo?)

Ésta, queridos, es mi insólita  enseñante:
La Dama- Caballero mariposa.

Cabe en la palma de tu mano, pero quizá no seadecúe a tu corazón. Pues su comunidad ha librado más batallas que todos los hombres de la tierra; ha viajado más lejos y más alto que la mayoría de nuestras poblaciones; y ha aceptado todas sus edades mientras que nosotros, especie aún demasiado joven, soñamos con la eterna juventud. Tal vez Cleopatra (monarca a fin de cuentas) supiera embellecerse, vestirse liviana, libar ante la luz y ensayar vuelos más allá de sus fronteras; pero estoy seguro:
jamás fue mariposa.

Al temer nuestra propia transfiguración, quizá hayamos pactado a priori una riesgosa muerte en vida, pues negados a sucumbir ante los inevitables cambios, quizá perdamos de vista
esa migración de nuestro propio ser:
hacia estados más elevados de la conciencia, donde es factible danzar de forma repentina, con la ligereza que acarrea el descubrimiento de nuestras auténticas libertad y fuerza,
mismas que a manera de símbolo
 nos han regalado, con su sola presencia,
las imprescindibles mariposas.




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